lunes, 26 de febrero de 2018

Desangrar

Tengo la certeza que lentamente te has desangrao y no de mí claramente.
Tal vez en placer o en leve dolor como es tu actual costumbre, te logré conocer bien y creo que al día de hoy te mueves en esos dos caminos. Es interesante pensaros mi bello animal con tu mirada vidriosa colmada de sensaciones tan humanas pero sintetizadas en esa bestia que logré despertar en aquellos viejos días, ¿cuánto tiempo de ello Darling? Aún me produce cierta ambivalencia tu último y  al parecer definitivo rechazo, por que a juicio de ser sincera, mi desdichada entrepierna te recuerda de cuando en vez.
 Mi ritual del alba ya lo sabes, el agua sobre mi cuerpo alimenta a veces, tan sólo a veces la necesidad de tu hábil lengua en mi cuello presionando mis surcos de modo lento y constante y otras veces con rabia por saberme que algún día estaría lejos de ti, ¿qué curioso no? que esa rabia de tenerme lejos de ti haya cesado...
Pero dime, ¿ has sangrado cómo es tu costumbre?, ¿o has cambiao el sangrado por una altiva mirada? bien sabes que esa mirada tuya siempre me pone a mil, una lástima que ya no la pueda ver, era mi más sublime gozo ver ese atisbo de pleno control sobre mi cuerpo. Una cosa es cierta ya nada es a mi lado claramente... al parecer la intensidad nos fundió la vida y la herida abierta yace dormida ante la costra del tiempo. Mi placer y descanso en vos es saberte corriendo por las calles de esta infecta ciudad,  olfateando, buscando, ávido de aquella que llene ese espacio que era tan mío y tan tuyo finalmente.
¿Aún muerdes? o ya te has dejado domesticar?

Dos Palabras.

1 comentario:

  1. – Del arte de mantenerse el mayor tiempo posible en estado de excitación –

    Mientras conversa, Madame de T. va cercando el terreno, va preparando la siguiente etapa de los acontecimientos, dando a entender a su acompañante qué debe pensar y cómo debe actuar. Lo hace con finura, con elegancia e, indirectamente, como si hablara de otra cosa. Pone al descubierto la egoísta frialdad de la Condesa con el fin de liberarlo a él del deber de la fidelidad y de relajarlo para la aventura nocturna que ella prepara. Organiza no sólo el futuro inmediato, sino también el futuro más lejano, insinuándole al caballero que de ningún modo ella quiere entrar en competencia con la Condesa, de la que él no debería querer separarse. Le da una clase condensada de educación sentimental, le enseña su filosofía práctica del amor, que hay que liberar de la tiranía de las reglas morales y proteger mediante la discreción, la suprema virtud de todas las virtudes. Consigue incluso explicarle, con la mayor naturalidad, como deberá comportarse al día siguiente con su marido

    Se sorprende usted: en semejante espacio tan razonablemente organizado, acotado, trazado, calculado, medido, ¿hay algún resquicio para una espontaneidad, para una ‘locura’?, ¿dónde está el delirio, dónde la ceguera del deseo, l’amour fou que idolatraron los surrealistas, dónde está el olvido de sí? ¿Dónde quedan todas esas virtudes de la sinrazón que han formado nuestra idea del amor? No, aquí no tienen nada que hacer. Porque Madame de T. es la reina de la razón. No de la despiadada razón de la marquesa de Merteuil, sino la reina de una razón dulce y tierna, de una razón cuya misión suprema es la de proteger el amor.

    La veo conduciendo al caballero en la noche de luna. Ahora se detiene y le enseña los contornos de un tejado que se desdibuja en la penumbra; ¡ah, de cuántos momentos voluptuosos habrá sido testigo este pabellón, qué pena, le dice ella, que no lleve encima la llave! Se acercan a la puerta y (¡qué raro! ¡Cuán inesperado!) ¡el pabellón está abierto!

    ¿Por qué habrá dicho que no llevaba encima la llave? ¿Por qué no le habrá informado enseguida de que ya no cierran el pabellón? Todo está concertado, maquinado, todo es artificial, todo está puesto en escena, nada es sincero, o, por decirlo de otra manera, todo es arte; en tal caso, arte de prolongar el suspense, mejor aún: arte de mantenerse el mayor tiempo posible en estado de excitación. Pág. 45

    ‘La Lentitud’

    MILÁN KUNDERA

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