La lengua culpable en puñal alzado remonta tus caderas en húmedas olas, que custodian celosas la entrega de tus quejidos, siendo el toque directo de tu piel el cómplice en el afán perdido de mis dedos, perros desobedientes hambrientos de la carne… tu carne.
Mi sed fustigada reposa en tu cuello…navega en el compás de tus labios, libando la sexualidad derramada de la copa enclaustrada, dulcificando la agria ausencia de tu perfume.
Tu cuerpo… tatuado a fuego y definido en hielo sobre mi piel, reclama tocarte en un mensaje silencioso, en una palabra furtiva, en un ayer imperecedero…