A veces te conozco,
Te susurro.
Te invoco. Háblame despacio, suave.
Déjame
escuchar tu voz a la orilla de mi oreja, que pueda detenerse tu aliento tibio
en mi cuello desnudo, caído hacia el lado de tus secretos,
Lento.
Pronúnciame
en los labios la muerte que nos eleva.
Cáeme en la
espalda con la ira de los años.
Invítame a
desmayar y respirarnos el frío, exhalarnos a fuego, “embriagarnos de nosotros hasta
el vacío (ref cerati)”
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