domingo, 7 de noviembre de 2010

Insolentes son tus piernas, largas, fálicas, contorneadas, blancas, suaves y seductoras como el frío mármol. Sabes que detesto el efecto que producen en mí, las veo y mi voluntad cesa, mi libido se dispara y caigo ante vos rendido, me veo obligado a besarlas, hacerles un altar mientras tú orgullosa me miras con desdén. Antes todo era normal, pero ahora que sabes mi debilidad siempre te las arreglas para hacerme sucumbir, una pequeña esclava en el tobillo, unos tacos de aguja perfectos, unos zapatos que brillan por sus encajes, unas medias acanaladas desatan al perro fiel, aquel que no cesa de lamer, ahhhh tus dedos en mi boca, tu tobillo en mis labios, tu pantorrilla en mi lengua, deseo irrefrenable que quema como el hierro fraguado en el horno de Satanás. No me lo prohíbas déjame por esta vez beber de tu fuente, oler la carne abierta, hundirme en el sonrosado abismo y arrancarte el orgullo en un canibalesco festín.

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