domingo, 17 de octubre de 2010

Condicionamiento

¿Sabes que es lo gracioso de serpentear en tu piel?, es sentir como la saliva se me abulta en la boca, de hecho si Pávlov observara, ciertamente me tendría por un perro. Bueno lo más seguro es que no sea el único que huela tus carnes, que las olfatee con frenesí, que las muerda y me saboree pensando en tus jadeos... Pensar lo contrario sería estúpidamente egoísta.
Recuerdo esa esquiva vez, tú como siempre, te contoneabas y tus caderas marcaban el ritmo de mis ojos, tienes esa grupa de yegua sudada y lustrosa que tanto me encanta acicalar, la luz enrojecida de un atardecer de abril se filtraba por las viejas persianas de mi habitación, lo que daba un toque anaranjado a tu piel, hacía un calor de puta madre... eso combinado con la humedad de nuestros cuerpos resultaba embriagante... narcotizante, me dejé llevar por tu olor... y como un perro de caza me abalancé sobre tu sexo, quería deborarlo, lamerlo, languetearlo, humedecerlo con mi tibia saliva, mi embate lo contuvo la destartalada cama... sentí tu cachetada, rápida como un látigo, certera como una fusta. Mis musculos se contrajeron en una rabia primitiva, casi lobuna, el acceso de ira que destellaba en mis ojos te traspasó la médula, lo supe en el instante en que una risa maliciosa más bien perversa se dibujó en tus labios...fué el camino que inició Alicia en el país de las mentiras, en mi caso es un camino del cual no quiero retornar, extravié las llaves de la cordura y la medida, ahora... ahora me dedico a olfatear, seguir un rastro, tu rastro.

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